lunes, 12 de julio de 2010

El curioso incidente del perro a medianoche.

El policía se agachó junto a mí y dijo:
- ¿Quieres contarme qué está pasando aquí, jovencito?
Me senté y dije:
- El perro está muerto.
- De eso ya me he dado cuenta- dijo él.
- Creo que alguien ha matado al perro- dije.
- ¿Cuántos años tienes?- preguntó el policía.
- Tengo 15 años, 3 meses y 2 días- dije.
- ¿Y qué hacías exactamente en el jardín?- preguntó.
- Tenía al perro en brazos- dije.
- ¿Y por qué tenías al perro en brazos?- preguntó.
Una pregunta difícil. Era algo que yo quería hacer. Me gustan los perros. Me ponía triste ver que el perro estaba muerto.
Como me gustan los policías quería responder adecuadamente a la pregunta, pero el policía no me dio tiempo suficiente para dar con la respuesta correcta.
- ¿Por qué tenías al perro en brazos?- preguntó otra vez.
- Me gustan los perros- dije.
- ¿Has matado al perro?- preguntó.
- Yo no he matado al perro- dije.
- ¿La horca es tuya?- preguntó.
- No- dije.
- Parece que esto te ha alterado mucho- dijo.
Me estaba haciendo demasiadas preguntas y me las estaba haciendo demasiado rápido. Se me amontonan como panes en la fábrica donde trabaja el tío Terry. La fábrica es una panificadora y él maneja la máquina de rebanar. A veces la máquina no va lo bastante rápido pero el pan sigue llegando hasta causar un bloqueo. A veces me imagino que mi mente es como una rebanadora de pan. Hace que sea más fácil explicarles a los demás lo que pasa en mi interior.
El policía dijo:
- Voy a preguntarte una vez más...
Volví a rodar sobre la hierba y pegué la frente al suelo otra vez e hice ese ruido que Padre llama gemido. Hago ese ruido cuando llega demasiada información a mi cabeza desde el mundo exterior. Es como cuando estas alterado y sujetas la radio contra la oreja y la sintonizas entre emisoras y lo único que se oye es eso que llaman ruido blanco, y entonces subes el volumen al máximo y sabes que estas a salvo porque no puedes oír nada más.
El policía me agarró del brazo y me hizo ponerme en pie.
No me gustó que me tocara de esa forma.
Y entonces le pegué.


Mark Haddon.


Opinión personal:
Este libro se ha convertido en uno de mis favoritos. Me lo compré sin saber muy bien de qué iba pero ha conquistado mi mente y mi corazón. Cuando empecé a leerlo no podía parar, tenía un ansia por leer descomunal. Me daba pena terminarlo y anoche que no podía dormir lo cogí para leerlo otra vez y lo haré probablemente hasta que me lo aprenda de memoria. La historia me recuerda un poco a El guardián entre el centeno, aunque Holden no tiene nada que ver con Christopher, ya que este último tiene problemas bastante serios, podría decirse que es un poco autista o más bien un mucho. No conoce el mundo, odia el color amarillo y su color de la buena suerte es el rojo. Tiene una rata doméstica llamada Tobby y estudia en un centro de educación social. Es un as de las matemáticas y piensa ser matemático o físico cuando sea mayor. Es simplemente enternecedor.

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